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Pegaso, el precioso caballo volador


Un ser que solo puede ser soñado

Era muy pequeña cuando vi a todo color (cortesía de mis tíos) una de las mejores películas sobre mitología griega, Furia de Titanes (Clash of Titans) en uno de los dos únicos canales de televisión que existían en aquella época, Panamericana Televisión, el 5.

Desde las escenas en el celestial Olimpo, los dioses omnipotentes, divinos y de apariencia tan bondadosa con sus togas blancas, con su aureola brillando una tenue luz blanca (¿Cómo sino sabríamos que son dioses?), decidiendo los destinos de la humanidad, la misma que está abajo, en la Tierra, simples mortales con los que jugaban a su antojo.

Mientras la historia se desarrolla, se presenta al héroe, a Perseo que comienza su aventura y va en busca de la Gorgona o Medusa (a mí siempre me ha gustado más decirle Medusa), y como en las épocas antiguas no había medios de transporte que cubrieran grandes distancias, no hay más que invocar a Pegaso, el caballo volador más hermoso de todo el mundo mítico. Blanco, inmaculado, con unas alas como las que de seguro tendrían los ángeles, pluma a pluma se veían tan reales y yo soñaba como de seguro miles han soñado antes, con volar por supuesto y más aún, a lomos de una criatura tan perfecta, algo vivo, un compañero de aventuras precioso y fiel.

Claro que en la actualidad ya no correría hacia Pegaso como lo hace Perseo en la película, luego de algunas experiencias, los caballos ya no me parecen tan sencillos y dóciles, peor aún si tienes miedo, si el caballo se da cuenta de eso, las cosas se podrían poner aún más terroríficas. Pero ¿Cómo no tener miedo?, son animales grandes, fuertes que me alejan del suelo bastante más de lo que yo quisiera, todo se ve muy lejano desde ahí arriba y solo puedo pensar en que si me caigo, ojalá pueda seguir caminando como ahora, nunca olvido le que le pasó a uno de mis primeros amores, el único, el inigualable, el bellísimo Christopher Reeve.

Cuando me pidieron crear al caballo, lo primero en que pensé, fue que las alas debían ser perfectas anatómicamente (sino, ¿Cómo volaría?), estudiaría como Dédalo, la posición de cada una de sus plumas, el orden tamaño y proporción, quizás no podrían ser plumas reales pero si lo parecerían por mucho.

También pensé que debería tener crines largas y cola también, con un tipo de hilo muy especial, que le confiera esa apariencia sobrenatural que Pegaso tiene, así tuviera que insertar cada hebra una a una (esto casi se hace realidad.)

Pero también hay cosas que no me pidieron y que las catalogaría como "Cosas locas que quiero que haga", algunas son:

  • Que pueda flexionar las patas.
  • Que pueda flexionar las alas hasta extenderlas bien y hasta cerrarlas totalmente.
  • Que pueda hacer cabriolas o pueda mantener la posición como a punto de echar a volar.
  • Que la crin y la cola se pueda peinar (como de los caballitos "Mi Pequeño Pony" de los 90's que nunca logré que me compraran)
  • Que pueda flexionar su cuerpo, bajar o subir la cabeza, etc.
  • Que en la piel del cuerpo tuviera algo, no se... como la piel de algunos dragones... como joyas incrustadas.
  • Que tuviera pestañas (¿Qué caballo no las tiene?), aunque debiera también insertarlas una a una.
  • Que el hocico tuviera esa coloración media negra, media gris de los corceles blancos.
  • Que cobre vida y me relinche (ok, esta no aún)

Estas cosas ni eran necesarias ni me las habían pedido, pero ¿Cómo podría entregar un caballo alado que no sea así?, ¿Cómo podría crear algo tan mediocre?, ¿Cómo podría mirar a mi cliente a la cara si le doy algo que de plástico se ve mejor y hace más cosas? No se podía.

  • Gracias al esqueleto interno, flexiona las patas, el cuerpo y el cuello.
  • Gracias a las alas perfectamente anatómicas, al estirarlas, se ven reales. Y con suficiente paciencia, un día haré unas que se puedan plegar y desplegar, es una promesa.
  • Gracias a un soporte lleno de destellos y estrellitas, puede hacer cabriolas o estar a punto de echar a volar.
  • Gracias a un recuerdo de mi niñez, conseguí el hilo para la crin y para la cola, el hilo perfecto y casi mágico.
  • Gracias a un dragón que hice hace tiempo, sé que usar para el cuerpo simulando joyas incrustadas.
  • Gracias a mucho estudio autodidacta, le puedo poner pestañas a quien sea.
  • Gracias a tanto pintar en tela, sé perfectamente como lograr la coloración del hocico.
  • Gracias a mis traumas y padecimientos psicológicos que mi doctora conoce y me los hizo notar, tengo el ánimo, ganas y fuerza obsesiva para lograr todo esto o morir en el intento.

Nota: Algunos puristas como yo, dirán que Pegaso nunca tuvo un cuerno de unicornio y tendrán razón, pero mi cliente me lo pidió así y también quedó genial, como una ligera variación, un poco inexacta pero igual lindo el caballito.

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